Cuento a partir del sueño

 

María Paz Mollica

Comisión 5 - Santiago Castellano

Escribir un sueño y agregarle un elemento fantástico

Individual

Primera escritura


El pasillo arbolado de Pirán

 

Era un día hermoso, de esos que no te querés olvidar cómo se ve el cielo, porque no sabés cuándo se va a repetir. Yo estaba en el campo de mi madrina, ubicado en General Pirán, a pocos kilómetros de Santa Clara del Mar. En él hay un pasillo de árboles muy altos que nunca pude visitar.

Para mi suerte a mi madrina no le molesta que le pida prestado uno de sus caballos y salga a cabalgar un rato, entonces eso hice, necesitaba recorrer ese atrapante pero enigmático pasillo arbolado.

Recorriendo pude notar la belleza de la naturaleza. Los árboles se veían como aquellos que tienen muchos años en la Tierra y sus raíces recorren largos metros. Tienen grandes y fuertes ramas y la corteza se ve húmeda, llena de vida. Este pasillo arbolado me recordaba a la Avenida Márquez en San Isidro, con la enorme diferencia de que en el campo no pasaba ni un solo auto, no había tan solo una luz artificial y mucho menos bocinas contaminando el ambiente.

Este campo mágico en el que me encontraba parece vivir en un otoño eterno, en el que las hojas amarronadas pueblan todo el pasto. Sin embargo, las copas de los árboles no están desnudas, muy por el contrario, se ven más abundantes que nunca.

Mientras pasaba miraba a mi alrededor, mis ojos no entendían el encanto que los estaba atrapando. Se iba levantando una brisa suave, de esas que te acarician el pelo. Todo parecía mágico hasta que me di cuenta que me había distraído demasiado. Me encontraba frente a un árbol parlanchín que me daba a entender que vaya hasta el final del pasillo. ¿Por qué me pedía eso? Mejor dicho, ¿Por qué un árbol me hablaba? ¿Me estoy volviendo loca? En fin, tenía que atravesar ese pasillo.

A medida que avanzaba por el camino sentía como me despojaron del resto del campo, lo estaba dejando tras de mí, y con él se iba todo mi ser, mi familia y mis recuerdos. Notaba como estos macizos árboles comenzaron a perder todas sus hojas, sus fuertes ramas se partían y caían sobre mí, tuve que esquivarlas. Muy rápidamente el sol se escondió y todo se transformó en una gran intranquilidad. Mi caballo perdía la calma a medida que las hojas que me parecían hermosas se estaban pudriendo y los troncos que se veían fuertes ya no lo eran. Se había levantado un fuerte viento que me desestabilizaba.

Me sentía insegura, pero había algo que inevitablemente me atraía. Yo debía llegar al final de esa arboleda pase lo que pase.

Para mi suerte voló sobre mí un hermoso pájaro, lleno de plumas y con unas vastas alas. Este parecía brillar entre tanta oscuridad y cabalgué hacia él en sentido contrario por el que venía. De pronto me encontraba frente al bello paisaje previo. Un sol iluminando mi rostro, entibiando mis fríos cachetes. A lo lejos podía ver viniendo hacia mí a mis hermanas, riendo de algún chiste tonto. Todo se sentía tan cálido que había olvidado por completo el calvario vivido 5 minutos atrás.

Mi hermanita Luz me preguntó si quería tomar unos mates, le dije que no porque iba a desmontar a la yegua y darle un baño. En lo que volvía al establo me encontré con un atractivo pasillo arbolado que me impidió seguir con mi tarea. Tenía que atravesarlo sin excusa alguna…


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