Tres microcuentos a partir de un sueño
Maria Paz Mollica
Comisión 5
Santiago Castellano
Escribir tres microcuentos a partir de otro sueño anotado.
Individual
Primera escritura
Primer microcuento:
Y entonces agarré el auto y me puse a manejar, yo ni tengo la licencia, recién aprendí a andar en bici por el barrio. Me da mucho miedo pero parece que soy buena con el volante. Doblé y llegué a la Avenida, ni tan mal. Por suerte hay pocos autos y ni un colectivo.
Me tiemblan los pies y la mano derecha, sobre todo porque no sé pasar un cambio. Che…qué bien que se siente! No puedo creer que recorrí tantos kilómetros tan rápido, no sé en qué momento me metí en plena autopista, la adrenalina me recorre todo el cuerpo, qué enérgica me siento. Pareciera que voy a llegar primera a una carrera que ni siquiera existe. Estoy segura que mi papá se va a poner contento cuando algún día le cuente que aprendí a manejar sola, hasta va a ignorar el hecho de que le agarré el auto del trabajo sin pedírselo.
Es como si estuviera atada de por vida a este auto, me miro el pecho y aparecieron dos cinturones de seguridad a la vez, justo cruzados formando una X en mi torso.
Segundo microcuento:
Venía manejando un poco rápido por Gral Paz, intentaba llegar a destino disfrutando unas canciones de los Rolling hasta que miré por la ventana y me distraje con el cartel de una publicidad. ¡Qué desatenta! Perdí el volante de mi control cuando ví que ya no tenía puesto mi cinturón de seguridad, y el extra había desaparecido. Había encontrado cierta estabilidad hacía veinte minutos pero ahora eso lo cambia todo.
¿Qué puede hacer una conductora imprudente como yo sin cinturón de seguridad?
Tercer microcuento:
Pasé kilómetros y kilómetros, parecía no tener la habilidad de frenar, de encontrar un destino. Sin embargo ví una parrilla al costado de la ruta, tan conocida me parecía. Sin embargo, estaba muy lejos de casa. Igual frené, seguro lo había visitado de chica con mi familia. Tenía un hambre voraz, descontrolada. Fui, saludé y me senté.
Me sirvieron unas papas fritas, crocantes y saladas. Acompañé con una coca cola de vidrio que mojaba con forma de redondel el mantel blanco y rojizo. Se levantó una brisa hermosa, volaban las hojas y algunas servilletas también. El mozo que me atendió era joven y simpático, y no parecía necesitar un anotador para recordar todo lo que le pedí. En cuanto a la enigmática pero cercana parrilla, tenía forma de casa de campo, una planta sola, con pintura blanca en el frente y una ventana cuadrada con macetas pintadas a mano en su exterior. Me sentía como en casa, apurada por irme y feliz por quedarme.
Comentarios
Publicar un comentario