Autobiografía + línea de tiempo Pachu!
María Paz Mollica
Santiago Castellano – comisión 5
Editar la autobiografía sumando información de la línea de tiempo.
Primera escritura
Individual
Siempre fui Pachu
Me llamaron María Paz Mollica, de chica lo odiaba, lo único que me gustaba era la capicúa de las iniciales. Para mi suerte en el jardín, a los tres años una maestra que me había tomado cariño me apodó “Pachu” y lo llevo conmigo desde ese día.
Viví toda mi vida en la misma casa. Mismo barrio, con mis padres y hermanas. Antes estaban mis abuelos, aunque mis recuerdos de esa etapa son muy borrosos. Mi familia se domicilia en esta casa en Vicente López hace más de 85 años y el cuarto en el que duermo hoy supo ser de mi bisabuela, con quien tengo una mítica conexión, dado que falleció 4 días antes de que yo nazca.
Soy supersticiosa porque creo en todo. Me gusta leer sobre numerología, simbolismos, horóscopo y tarot. También creo en el fútbol, en Dios y en el poder de la música.
Recuerdo estar en el auto, tener siete años, la única radio que conocía era la “Disney” y siempre le pedía a mi papá que ponga la “94.3”. Mi papá me enseñó que cada vez que pasemos por la Lugones y veamos el Estadio de River le tiremos un beso y que si alguna vez estábamos en La Boca me tape la nariz, porque ahí había “mal olor”. Rememoro otra molestia, en el año 2017 “Fútbol para todos” es privatizado y ya no podía ver los partidos de River en la televisión.
Años después de estos primeros encuentros con este amado deporte llamado fútbol, empecé a jugar en un club del barrio. El club tenía una canchita de F5 sintética. Se armó un lindo grupo, una lástima que no jugábamos como hablábamos en los entrenamientos, en ese caso no hubiésemos salido últimas en la tabla por 3 años seguidos. En fin, las risas nunca faltaron. Retos de parte de los pacientes entrenadores tampoco. Al tiempo dejé la vida de club porque soy un sapo de otro pozo. Nunca dejé el deporte. No sabía que tiempo más tarde alguien iba a sembrar en mí el deseo de ser la voz del Estadio Monumental de River Plate.
Intenté leer dos libros que me habían regalado por mi décimo cumpleaños: “El misterio del mayordomo” de Norma Huidobro y “Mujercitas” de Louisa May Alcott. ¡Intenté! pero ninguno me gustó lo suficiente para terminar la lectura. Hasta que me prestaron "Cometierrra" y ahí fue cuando leí mi primer novela. Y me encantó. Recuerdo el libro porque fue el primero, y no el primero que leí, sino el primero que me hizo sentir esa emoción memorable e inolvidable de la que habla Piglia.
La Guardia cambió mi vida. La parroquia dueña del colegio al que asistí desde que tengo uso de razón. Ni cuando me egresé de la secundaria dejé de ir, porque empecé a hacerlo “desde otro lado”. Me enseñó cómo quiero ser y cómo no. Y sigo aprendiendo. Soy catequista de confirmación y me relaciono con grupos de jóvenes hace muchos años. Creo tener algún tipo de interés por la docencia, que aún me falta revelar.
En La Guardia conocí a una amiga poeta que intentó explicarme cómo se sentía después de escribir las páginas de la mañana, me costaba entender. Tiempo después tomé ese hábito, pero lo llamé “mis páginas nocturnas” porque me gusta hacer un recorrido de cómo fue mi día y saber que puedo volver a esa hoja cuando yo quiera. Porque tengo mala memoria y pocos recuerdos. Es inexplicable la calma que siento hoy sabiendo que alguien en el futuro va a conocer un poco de Pachu. Incluso yo, cuando ya no recuerde qué me molestaba a los 18 ni qué cosas me gustaban en ese momento, voy a volver a esas hojas. Porque a la vez, me reconozco digna de ser conocida.
Haciendo el CBC en Drago conocí una chica, nos hicimos cercanas y un día me mostró un poco del trabajo de su madre. Una revista llamada "Tuco" que mezclaba lo gastronómico con un poco de rock and roll y humor. Supe que me gustaría hacer algo así algún día.
Tengo muchas preguntas y pocas respuestas. Y si me preguntás qué aprendí, te digo que a luchar por lo imposible. Siempre fui espiritual, un poco vergonzosa y un tanto insoportable. Y por ahora, con eso me alcanza.
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