Cuento policial Mollica
María Paz Mollica
Comisión 5 - Santiago Castellano
Escribir un cuento,
puede tener que ver con alguna frase o cartel, con los sueños, un diálogo o un
objeto anotados, de tono policial, que incluya las palabras: "perro
negro", "reloj de pie", "enano", "espejo
roto", "¡cuidado!", "cuchillo herrumbrado".
Primera escritura
Individual
JI JI JI
Era el año 1985 cuando un grupo de
amigas,–las cuatro porteñas– se propusieron ir a vacacionar a Mar del Plata,
como todos los jóvenes del momento. Decidieron probar suerte e ir nada más que
un fin de semana, al estilo “escapadita”. Una de ellas tenía prestado un
departamento con vista frente al mar, era un lujo en La Feliz.
Al principio tenían miedo, pues sólo
eran chicas de 17 años en una ciudad totalmente desconocida. Con el paso de las
horas tomaron confianza y decidieron salir a pasear la primera noche. Todo
salió mejor de lo que esperaban, tomaron unos tragos, escucharon una banda en
vivo y se relajaron. Tanto así que eran las 5 de la mañana y no habían vuelto
aún, se les había pasado la noche volando. Mientras fumaban en la playa, una de
ellas pidió por favor volver, que ya era tarde y tenía “mala espina”.
–¿Cómo sabés que ya es tarde? Vinimos sin celular, no tenés
la hora– dijo otra de ellas.
–Miren ese gigantesco reloj de pie, marca las 5:20– Señaló
el objeto a lo lejos, era parte del balneario San Sebastián. Está por salir el
sol, en dos días volvemos a Buenos Aires y tenemos que descansar– respondió.
A lo que volvieron, se desmaquillaron, lavaron sus dientes y
se fueron a dormir. Al otro día, cuando amanecieron, todas tenían una extraña
sensación pero no le dieron importancia, pues estaban en la ciudad más linda de
Argentina.
Mientras caminaban por la Avenida
Peralta Ramos, un tanto asustadas pero con ganas de recorrer y comprar
artesanías, un perro negro las seguía. ¡Cuidado! Que no te muerda– Este no lo
hacía en busca de mimos y comida, sino más bien alertándolas, de hecho cada
tanto lloriqueaba. Esto las perturbaba, y mucho. ¿Dónde estaba su dueño? En
fin, siguieron recorriendo, esa noche sería su despedida de la hermosa Mar del
Plata. Lo que ellas no sabían es que lo peor las esperaba.
En su camino se toparon con un grupo
de jóvenes, también eran cuatro y las invitaron a un club nocturno, muy cerca
del departamento donde ellas paraban. Por la anécdota, dijeron que sí. Llegaron
a su destino para cenar y cambiarse cuando una del grupo comenzó a sentirse
mal. Decidió no salir, pues hacerlo no era buena idea. Tomó un té y se fue a
dormir mientras el resto de sus amigas salía con el grupo de chicos lindos.
Llegaron al boliche, esa extraña
sensación de la tarde seguía presente. Seguían ignorándola pues les quedaban
pocas horas en La Perla. De repente, una de ellas se dió cuenta que no tenía su
documento y no iba a poder entrar.
–Volvamos a buscarlo, es nuestra última noche acá– le
dijeron.
–No lo sé, está nuestra amiga durmiendo, se siente mal–
respondió.
Fueron igual, pues no se iba a dar cuenta, sería agarrar el
documento y volver a la discoteca.
Eso hicieron, ni siquiera prendieron la luz, no podían
molestarla.
Volvieron a la discoteca, bailaron toda la noche junto a su
mal presentimiento, lo embriagaron para gozar hasta las 7 de la mañana.
Se podría decir que “la hicieron
completa”, tomaron unos ricos tragos, bailaron, y fueron a comer algo dulce
después de la salida. Estaban en busca de churros de Manolo, un clásico
marplatense. Los atendió un cajero enano, llegaba de puntillas al mostrador,
era muy amistoso pero cuando escuchó su tonada porteña se dió cuenta que no
eran de ahí. Les cobró más caro, eso no importó porque estaban disfrutando sus
últimas horas caminando en borcegos, con el viento en la cara frente al mar.
Se iba haciendo la hora de volver al departamento, armar la
valija y esperar el micro. Además habían dejado a su amiga enferma muchas horas
sola, durmiendo. Se preguntaban si estaría bien, si se sentiría mejor o si
deberían ir al hospital llegando a la Ciudad.
Cuando entraron al departamento, se
encontraron con el peor de los escenarios: su amiga degollada en la cama, las
sábanas color crema teñidas por el rojo de su sangre, sus ojos abiertos,
sacudidos por la sorpresa y sus manos atadas al respaldo de la cama. Junto al
óbito, había un espejo roto que aún así reflejaba la pared, antigua en su
carácter de blanquedad como la nieve, ahora tenía escrito con la sangre de su
amiga: “JIJIJI gracias por no prender la luz”. Aludiendo
a su interrupción para buscar el documento nacional de identidad. Sin ánimos de
molestar a su amiga, dieron pie al asesino a esconderse, a no ser descubierto.
No lo podían creer, todo era muy
traumático, pero no lo suficiente hasta que encontraron el arma homicida, un
cuchillo herrumbrado bañado en sangre, que mantuvo su filo para terminar con la
vida de su amiga.
La vuelta a Buenos Aires, tan muda y
tan traumática, no fue fácil. Después de muchas interrogaciones, fotos, datos,
preguntas, periodistas y sus padres, quienes las esperaban, tan asustados como
enojados.
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